lunes, 17 de septiembre de 2012

Megan Maxwell

¡Hola blogueros!

Como ya os comuniqué el otro día. Comenzamos con el primer autor elegido por sorteo para ser el único protagonista de la semana y conocer sus obras mucho más.
Es el turno de Megan Maxwell. Una autora cada vez más conocida y a la que yo, personalmente admiro muchísimo.

Tiene más de diez libros publicados, y parece que las ideas jamás se le acaban, porque cuando menos te lo esperas, otro libro de Megan está saliendo publicado.

Hoy voy a aprovechar para hablar de su última publicación, la cual sale justamente hoy, día 17 de Septiembre, a la venta.

Los príncipes azules también destiñen.

¿Existe el flechazo? Para Sam y Anna sí. Ella es una muchacha, nacida y educada en el seno de una buena familia de Nueva York, y él, es un muchacho criado en un orfanato de Hawaii, que adora el surf. Sus vidas son diferentes, sus recuerdos también, pero cuando el destino decide tomar cartas en el asunto todo volverá a ser lo que desde un principio debió ser.




Aquí teneís el booktrailer para ir abriendo boca. ¡Yo ya la tengo abierta con semejantes maromazos en el vídeo!





Además también tenemos, ¡EL CAPÍTULO NÚMERO 4, sacado directamente de la web de la Editorial Versátil, la encargada de publicar, otro librazo de Megan!





Capítulo 4

Nueva York 22 de mayo de 2010
Los años pasaron. Las niñas crecieron y el negocio prosperó
hasta convertirse en uno de los bufetes con más fama de Nueva
York. Y Sam consiguió lo que siempre había querido: una gran
familia. Su suegra vivía con ellos, y también Terry, su cuñada, que
fue invitada por Sam tras su divorcio.
Terry dudó, pero llegó a la conclusión de que viviendo con
ellos siempre habría comida en la nevera y su ropa estaría limpia.
Con el tiempo se convirtió en una famosa fotógrafa que viajaba muchísimo y en una mujer de carácter, que siempre estaba
rodeada de mequetrefes que manejaba a su antojo. Pero si algo
hacía bien Terry era vivir la vida. Tras su fracaso matrimonial decidió dedicarse a ser feliz y a no pensar en el mañana. Y eso le
funcionaba de maravilla.
Por su parte, Kate, con los años, se aburguesó demasiado.
Siempre iba impecablemente vestida con trajes de Armani, Gucci o Versace, pues no permitía que en su ropero entrara nada
que no tuviera firma. Se había convertido en una implacable y
temida abogada de la que todo el mundo destacaba su dureza,
eficiencia y audacia en los juicios. Ese era ahora su estilo de vida.
Y le gustaba. Pero fue precisamente audacia lo que le faltó en su
vida personal al cometer un terrible error que Sam logró perdonarle...
—Abuela, abuela, ¿puedes venir? —llamó Catherine, la hija
mayor a la que llamaban Cat.
—Un momento —contestó Serena—. Ya voy.
—¡Tía Terry! —gritó Olivia, la pequeña a la que llamaban Ollie—
¡Sube tú también!
Ambas subieron a la habitación donde les esperaban dos ansiosas muchachas que cerraron la puerta en cuanto entraron.
—¿A qué se debe tanto secreto? —preguntó Terry sentándose
en la cama.

—Es para enseñaros el regalo que tenemos para papá y mamá
por su aniversario ¿qué os parece?
Con gesto de orgullo, les enseñaron dos relojes, uno de caballero y otro de señora, de plata con la esfera en blanco.
—Mis niñas... ¡son preciosos! —exclamó Serena mirándolas
con dulzura.
—Tienen una dedicatoria por detrás —comentó Olivia feliz.
—Les van a encantar —aplaudió Terry—. Estoy completamente
segura.
—Llevamos ahorrando un año en secreto para poder comprarlos, pero ha merecido la pena—comentó contenta Cat.
Cat era igual que su padre, alta y morena, aunque tan temperamental como su tía Terry. Por el contrario, Olivia era rubia
como su madre y tenía un carácter dulce y conciliador. Una mezcla perfecta de sus padres.
—¡¿Dónde están mis niñas?! —Gritó Shalma que apareció con
sus dos mellizos que ya eran todo unos hombres.
—¡¡Tía Shalma!! —gritaron las niñas que corrieron a abrazarla.
—Dios mío, ¿cómo habéis podido crecer tanto?
—Pero tía Shalma, si nos viste anteayer —sonrió Ollie.
—Da igual, cariño, crecéis por momentos —tras saludar a Terry
y Serena, prosiguió—. Menuda fiesta se va a organizar en el aniversario de vuestros padres.
—Va a ser divertidísimo —respondió Cat —. Ven, tenemos que
enseñarte algo.
Y Shalma las siguió divertida al verlas tan contentas. Terry
volviéndose hacia los mellizos, Anthony y John, sonrió y dijo:
—Chicos, que mayores estáis, ¿pero cuántos años tenéis?
—Dieciocho —respondió John, mientras Terry se percataba de
como Anthony miraba a Cat, que subía las escaleras hacia su habitación en compañía de Shalma y Ollie.
—Ay Dios… parece que fue ayer cuando os cambiaba los pañales —comentó con una sonrisa.
—Tía Terry… —protestó John al escucharla.
Serena, emocionada y feliz por tener aquel día a todos los que
quería a su lado, cogió a Anthony del brazo y mientras salían al
jardín añadió:
—Mis cuatro nietos son divinos. Los más guapos.

Cuando los chicos vieron entrar a Sam y a Michael, rápidamente se fueron hacia ellos. Les adoraban. En ese momento Serena mirando a su alocada hija Terry preguntó:
—Y tú, cariño ¿algún novio de esos tan monos que te buscas
en el horizonte?
—Ni se me ocurre —cuchicheó dándole un repaso a Michael—.
Por cierto, ¿te he dicho que me voy a España el mes que viene?
—Oh... España qué maravilla, ¿con quién vas?
—Vamos ocho, mi amiga Lana, Ariadna, Sherryl, John, Alfred,
Silvie, Andrew y yo. Visitaremos Sevilla, que nos han dicho que
es preciosa.
Serena no pudo evitar esbozar una tierna sonrisa. Terry era
vivaz, alegre y maravillosa, aunque demasiado alocada en ocasiones, y señalándola con el dedo murmuró.
—Me parece muy bien lo de tu viaje, pero hija, ten cuidado
con lo que haces, no vayas a regresar de nuevo casada.
—¡Mamá! —rio Terry besándola.
—¿Se reparten besos? —preguntó Sam acercándose con cara
de pillo.
Sin esperar un segundo, Terry se tiró a los brazos de su cuñado. Era el mejor.
—Hola, Michael, corazón— saludó Serena sonriendo, mientras
observaba a Terry y Sam bromear, porque este quería morderla
en el cuello.
—Hola Serena —respondió Michael, mientras se moría por ser
él quien estuviera mordiendo el cuello de aquella loca.
Entre Terry y él siempre había existido algo especial. Una tensión sexual no resuelta que solo se permitían demostrarse cuando sonaba una canción muy especial. En apenas unos segundos,
mientras la bailaban, sin palabras y con solo mirarse a los ojos se
hablaban con pasión. Pero cuando terminaba la melodía volvían
a la vida real y cerraban con candado cualquier posibilidad de
una relación.
—¡Quita… pesado! —gritó Terry sonriendo mientras observaba a Michael por el rabillo del ojo, y reparaba en lo guapo que
estaba con su traje de Armani.
—¿Cómo esta mi cuñadita preferida? —comentó Sam haciéndole cosquillas.

De pronto se escuchó un golpe.
—Pues ahora bien —dijo Terry quien acaba de tirar al suelo a
Sam, con un movimiento de karate, mientras Anthony, John y
Michael se partían de risa.
—¡Terry! —gritó Serena al ver a Sam todo lo largo que era en el
suelo—. Hijo por Dios levanta, ¿estás bien?
—Bravo —aplaudió Michael—. Hermano, te han dado lo que te
mereces.
Levantándose del suelo teatralmente Sam comenzó a cojear.
—Vaya… vaya cuñadita veo que vas prosperando con tus clases.
—Pues sí. Y, como habrás podido comprobar, he aprendido un
buen método para quitarme a los moscones de encima.
Luego acercándose a él dijo tendiéndole la mano:
—Deja de hacer teatrillo que te conozco. ¿Pero es que no vas a
cambiar nunca?
Sam fue a contestar pero de pronto sonó la voz de Kate que
salía al jardín impecablemente vestida con su vestido beige y su
pelo recogido en un moño alto.
—Espero que no.
Todos la miraron y sonrieron. Kate, parecía una diosa inalcanzable; guapísima y elegante. Tras acercarse rápidamente a su
marido y besarle se dirigió al morenazo que estaba a su lado.
—Hola Michael. Mmmm… que bien te sienta ese Armani.
¿Cómo va todo?
—Gracias, guapa. Me alegra que mi traje te guste. —Y mirando
a Terry murmuró—: Pero aquí ando acojonado con tu hermana, y
perdón por la palabra, pero cualquiera se acerca a ella.
Terry puso los ojos en blanco, mientras Kate se dirigía a los
hijos de Shalma y les daba un abrazo.
—Hola tesoros, me alegro de que hayáis venido.
Segundos después se les unieron Shalma y las niñas que, emocionadas, se abrazaron a su padre y a su tío Michael. Los hombres
de sus vidas.
Aquella fue una noche llena de sentimientos. Cenaron todos
juntos en el jardín y no pudieron evitar emocionarse al ver cómo
las niñas entregaban el regalo que, con tanta ilusión, habían
comprado para sus padres. Estos no pudieron contener las lágrimas al leer la inscripción:

«Que vuestro amor sea eterno»
Kate, al mirar a su alrededor y verse rodeada de toda su familia, se sintió la mujer más feliz del mundo. Sabía, sin embargo,
que todo aquello no existiría sin Sam, el muchacho del que se
enamoró mientras le contemplaba surfear con las olas y el hombre fuerte que supo darle una oportunidad cuando ella le había
fallado. Desde aquel percance, sus vidas no habían vuelto a ser
tan idílicas como antaño. Pero si algo tenían claro los dos era que
se querían y deseaban seguir luchando por su familia.
Kate, conmovida al ver a todos tan felices, no pudo evitar
sonreír. Tenía una madre estupenda, una hermana envidiable,
unos amigos, Michael y Shalma, que eran como hermanos, unos
sobrinos encantadores, unas hijas que eran dos tesoros y un maravilloso marido, bueno y paciente al que ella consideraba un auténtico príncipe azul.




A mí ya se me ha abierto el apetito con esto. No puedo esperar a tenerlo en mis manos, por que sé, que no me arrepentiré.

Hoy tenéis la información de su nueva novela, mañana, máaaaaas!

La semana del autor solo acaba de comenzar.

¡BESITOS!








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